Así vivo mis primeras clases en Acción

El cuerpo es nuestro templo, pero un templo que tiene que estar en constante movimiento. No es como un objeto inerte que si se guarda sin ser intervenido por años permanecerá bien conservado con el pasar del tiempo. El cuerpo no puede darse ese lujo. Al contrario, hay que ponerlo en Acción.

El ser humano es considerado un ser biológico, por lo tanto requiere de ciertas necesidades para subsistir. Como seres biológicos entonces, nos sujetamos a una serie de leyes de la naturaleza que no controlamos y ante las cuales siempre estaremos condicionados.

Someter voluntariamente al cuerpo a situaciones incómodas no es lo más común. El cerebro siempre quiere ahorrar energía y almacenar lo más posible para el resto del día. Además, para poner en este escenario al cuerpo se necesita tolerancia al dolor y asimilarlo o aceptarlo como parte del día a día. Para eso hay que olvidarse de que sin movimiento, o sin incomodar al cuerpo se pueda disfrutar de una buena salud y calidad de vida.

Esta es mi quinta clase clase de CrossFit. Me siento un poco tenso. En parte, por el terreno desconocido que estoy pisando (no entiendo nada de lo que aparece en la pizarra). Voy a enfrentar algo que me puede dejar en evidencia, tanto por la técnica de los ejercicios, la resistencia y la condición que tengo: se trata de características que para la mayoría de los que pisamos el box por primera vez no manejamos.

Esa incertidumbre por lo que viene se siente también emocionante pero, sobre todo, muy retador. “Necesito concentrarme y estar enfocado”, me digo. Como que igual hay presión, no sé si por el miedo a hacer el ridículo o simplemente porque no tengo el control sobre la situación.

Suena el reloj. Llega el momento de calentar. El cuerpo se va preparando para la exigencia, el nivel de pulsaciones comienza a aumentar, mi ritmo cardiaco va en alza. El profesor nos explica los ejercicios y las diferentes variantes según el nivel de cada alumno, ya que todos tienen diferente condición. Ahí, mientras el profe habla, yo empiezo a sentir esa ansiedad porque no tengo idea que viene y todos se ven relajados, van aprendiendo, registrando los movimientos, intentando repetirlos internamente para poder hacer bien el trabajo final, Skill, que es la etapa intermedia del trabajo.

Nos disponemos a hacer el trabajo del día. Cada uno debe buscar sentirse cómodo con sus pesos y movimientos. Poco a poco vamos haciendo uso de nuestra experiencia, de lo que nos acordamos y de lo que no tenemos idea lo vamos anotando en la cabeza para aprenderlo. A pesar de que varios no logramos finalizar, ni completar lo que cada uno esperaba completar, son momentos únicos que hay que pasar, porque sin dolor no hay crecimiento.

Esto es insertarse en un escenario algo hostil al principio, como si fuera un campo de batalla pero interna, de lucha pero personal, de uno contra uno mismo, donde se nos pasa por la mente parar en la mitad del WOD, o dosificar antes de terminar la ronda porque pareciera que ya no se puede más.

Cuando el profe ve que paramos y nos dice, “sin pensarlo tanto, sigan”, es porque estamos en una competencia interna en la que la mente no quiere hacer otra repetición y el cuerpo solo obedece, porque parece que no podemos pero sabemos que si estamos en un contexto ambiental positivo, el cuerpo también obedece, y puede hacer algo más, pero esa lucha es en la mente. Así que sí, el cuerpo puede, puede todo lo que la mente cree.

Pero este es un ring sin oponente y, por tanto, el arte del autoimpulso permanente, el noble oficio de llevarse a un nuevo nivel; de energía, actitud y carácter; buscar convencernos de ir por otro burpee y otro air squat.

Tan básico pero tan clave como moverse. Moverse, moverse, moverse. A eso nos enfrenta el box. A alterar la condición de quietud, de inercia, sacarnos de la mente el sedentarismo como una opción en la vida. Por eso hay que creer que se puede, ayudarse del impulso que te entrega el mismo box y los compañeros en esa hora, que son tu equipo y que están dándolo todo.

Es necesario evolucionar como seres biológicos y entender que hacer ejercicios es tan vital como alimentarnos, hidratarnos o dormir. Eso, a medida que se va asimilando, entreno tras entreno, se va poniendo entretenido.

El desafío constante sacará de nosotros la mejor versión. Por eso, además de hacer un hábito entrenar, debemos también hacer un hábito el entrenar consciente, con buena disposición, porque es esto es algo con lo que vamos a tener que lidiar siempre.

A  veces la situación es insoportable por el día que estamos pasando, o porque parece que retrocedemos en nuestro rendimiento. Pero “nadie sabe lo que puede un cuerpo”, dijo el filósofo neerlandés Baruch Spinoza, sobre el poder ilimitado del individuo y nuestra tarea es averiguarlo, en cada desafiante WOD.

Esa oportunidad te la entrega el box, un espacio para dejar de lado las excusas y seguir con todo en la batalla como si fuera lo último que tuviéramos que hacer. Recordemos que sin dolor no hay verdadero crecimiento, así que para provocar cambios debemos pasar por momentos a los que no estamos adaptamos pero que a la larga nos harán más fuertes.

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