La necesidad de movernos en un contexto de comodidad y abundancia
A lo largo de la historia de la humanidad, el deporte y la actividad física han cambiado radicalmente en su significado y en su papel dentro de la vida cotidiana. Desde los tiempos en que el ser humano se veía obligado a cazar para sobrevivir, hasta la actualidad, en la que nos desplazamos al supermercado para comprar alimentos a pocos minutos de nuestra casa, el ejercicio ha pasado de ser una necesidad biológica vinculada a la supervivencia a convertirse en una obligación y autoimposición en un mundo de comodidad y abundancia.
El contexto de supervivencia: cazar para vivir
En el pasado, la actividad física era inseparable de la supervivencia. Nuestros antepasados no necesitaban "ir al gimnasio" ni seguir una rutina de ejercicios; su vida misma era una forma de entrenamiento constante. Para obtener alimento, debían cazar o recolectar, y este proceso requería moverse grandes distancias, estar atentos a los peligros y gastar una gran cantidad de energía.
Comer era un lujo que dependía del éxito de la caza o la temporada de cosecha, lo que significaba que las comidas eran esporádicas, muchas veces limitadas a una vez a la semana o incluso menos. Los peligros eran reales, y la supervivencia dependía de estar físicamente preparados para enfrentarse al entorno hostil.
En ese entonces, el cuerpo humano estaba optimizado para el ahorro de energía. Movernos lo menos posible era una estrategia inteligente en un entorno donde obtener calorías era difícil.
Ni pensar en términos como el "sobrepeso" o "obesidad"; la escasez alimentaria mantenía los cuerpos delgados y la actividad física constante garantizaba una condición física óptima, incluso si era por necesidad.
La Revolución Industrial y el cambio en la actividad física
El panorama comenzó a cambiar a raíz de la Revolución Industrial. Un fenómeno que modificó no solo la estructura económica y social de la humanidad, sino también su relación con el cuerpo y el ejercicio. Las máquinas reemplazaron gradualmente el esfuerzo físico que antes era inherente a la vida cotidiana. Trabajar la tierra o cazar dejó de ser la norma para una gran parte de la población, que ahora se concentraba en fábricas y oficinas.
Este cambio trajo consigo un nuevo fenómeno: la inactividad física, o lo que llamamos hoy en día el "sedentarismo". Mientras que antes moverse era una cuestión de vida o muerte, en las sociedades modernas comenzamos a movernos menos porque el trabajo industrializado y luego el trabajo de oficina no requerían del mismo esfuerzo físico.
Sin embargo, la dieta no cambió tan rápido. La comida se hizo más accesible y las calorías más abundantes, lo que significó que la ingesta alimentaria aumentó, mientras que la necesidad de gastar energía disminuyó.
El fenómeno de la abundancia y la paradoja de la modernidad
Con la mejora en las condiciones socioeconómicas y la disponibilidad de alimentos, comer ya no dependía de la suerte en la caza o la recolección. Hoy en día, en la mayoría de las sociedades occidentales, tenemos comida a la vuelta de la esquina, en supermercados y tiendas que ofrecen todo tipo de productos las 24 horas del día.
Esta abundancia ha creado una nueva paradoja: mientras que antes el cuerpo humano se preparaba para la escasez, hoy en día está inundado de calorías que no necesita y que no gasta.
El cambio en la dieta también refleja este fenómeno. Mientras que nuestros antepasados comían una vez por semana o en intervalos largos cuando podían cazar, hoy en día, las recomendaciones son comer tres o más veces al día.
Este patrón responde a un contexto cultural y económico completamente distinto. La industrialización y la globalización de la producción alimentaria han permitido un suministro ultra optimizado, constante y barato de alimentos procesados, ricos en calorías, azúcares y grasas.
El marketing y la publicidad de alimentos también han jugado un papel crucial, promoviendo una alimentación constante, casi compulsiva, que está desconectada de nuestras necesidades biológicas originales.
La necesidad moderna del ejercicio: una autoimposición cultural
En este nuevo contexto de abundancia alimentaria y sedentarismo, el deporte se ha convertido en una necesidad que práctiamente nos autoimponemos. Antes, el ejercicio era inevitable, una consecuencia natural de la lucha diaria por la supervivencia. Hoy, en un mundo donde las tareas cotidianas requieren menos movimiento físico, el ejercicio ha pasado a ser una actividad organizada, una imposición para compensar la falta de actividad física natural.
Este fenómeno tiene implicaciones profundas. Mientras que en 1900 la expectativa de vida rondaba los 30-35 años y moverse era peligroso o innecesario si no había una necesidad inmediata, hoy en día, con una esperanza de vida que supera los 80 años, el sedentarismo se ha convertido en un riesgo para la salud.
Las enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y los problemas cardiovasculares han emergido como las nuevas "plagas" de la modernidad, y el ejercicio se ha vuelto fundamental no solo para mejorar la estética, sino para prevenir estas afecciones.
La promoción del deporte en las últimas décadas ha sido impulsada por instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recomienda entre 150 y 300 minutos de actividad física de intensidad moderada + 2 días a la semana de fortalecimiento muscular cada semana para mantener la salud.
Esta recomendación no es arbitraria, sino una respuesta al estilo de vida moderno, donde la mayoría de las personas pasan gran parte del día sentadas y donde las oportunidades de movernos de forma natural se han reducido drásticamente. Si antes se cazaba para sobrevivir, hoy se hace ejercicio para evitar las consecuencias de una vida sedentaria.
Mientras que nuestros antepasados se movían porque no tenían otra opción, hoy en día debemos buscar activamente oportunidades para hacer ejercicio porque hemos creado un mundo en el que el movimiento ya no es una parte intrínseca de la vida cotidiana. El progreso tecnológico y la industrialización han mejorado nuestras vidas en muchos aspectos, pero también han generado nuevos desafíos para la salud y el bienestar.
Hacer ejercicio se ha convertido en una obligación en un mundo de abundancia, donde la comida está siempre disponible y donde el sedentarismo se ha vuelto la norma. Esta transformación refleja los cambios socioculturales que nos han llevado de la supervivencia a la búsqueda de longevidad y calidad de vida, y nos recuerda que, aunque tengamos todo a la mano, nuestro cuerpo sigue necesitando moverse para estar sano.
El deporte es, en última instancia, una manera de reconciliarnos con nuestra naturaleza biológica en un entorno que ya no nos obliga a movernos para sobrevivir.
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