Buscando la incomodidad para potenciar la salud mental

Estoy en la mitad del WOD de hoy: apenas 20 minutos de agonía en que tenemos que completar 3 rondas de: 21 power clean, correr 400 mts. (hasta la esquina de Marín) y luego plancha por exactamente el mismo tiempo que nos tome correr los 400 mts.

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Tengo que tener cuidado al correr para no empeorar el desgaste de los cartílagos y meniscos en ambas rodillas, así que me toma poco más de 2 minutos ir y volver… lo que significa que ahora debo permanecer en la plancha durante 2 minutos…

No suena tan difícil, ¿verdad?…

Sin embargo, luego del desafío de los 21 Power Clean (uno de los movimientos que más me cuesta ejecutar) y de correr los 400 mts, los segundos de mi Apple Watch parecen avanzar mucho más lento que de costumbre, mientras trato de mantener la plancha con la postura correcta.

Una vez transcurrido 1 minuto, la incomodidad y el cansancio aumentan de forma exponencial, junto con las ganas de aflojar la tensión y simplemente abandonar la lucha…

¿Por qué diablos estoy haciendo esto?

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Aceptar la incomodidad

Justamente de esto se trata: de persistir en el esfuerzo hasta completar el trabajo, permitiendo y aceptando las sensaciones incómodas (dolor, cansancio, tensión, falta de aire, etc.)…

¿Por qué? Porque al otro lado de la intensidad y la incomodidad hay una recompensa extremadamente valiosa y que no es accesible de ninguna otra manera:

Volvernos cada vez más fuertes, resilientes y tenaces. Por supuesto que, en el plano físico, esto no es ninguna novedad…Se sabe que el ejercicio físico intenso produce esos beneficios para nuestro cuerpo…Pero, ¿Qué efectos tiene este tipo de entrenamiento en nuestra salud mental?

La trampa de la evitación experiencial

Nuestra mente es una máquina de solución de problemas. Tal cual. Gracias a ella es que una especie de primates debilucha y sin armamento poderoso (léase: garras y dientes afilados) como nosotros se ha transformado en la especie dominante del planeta.

Gracias a nuestra mente podemos controlar y modificar una serie de factores externos para favorecer nuestro bienestar y seguridad. Gracias a nuestra mente es que existe la tecnología, la cultura, la investigación científica y toda la amplia gama de comodidades con que contamos.

El principio básico de la mente para solucionar problemas es que si algo no nos gusta o nos perjudica, intentamos cambiarlo o eliminarlo. Si no te gusta la alfombra porque está vieja y gastada, puedes botarla y comprar una nueva. Si no te gusta el barrio donde vives, puedes cambiarte de casa. Si tu auto está mostrando señales de desgaste, lo vendes y te compras otro…

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La mente, un arma de doble filo

La mente es un arma de doble filo. Puede ayudarnos y también puede perjudicarnos. Los problemas surgen cuando la mente intenta aplicar esa misma regla a los problemas internos. ¿Cómo así? Tomemos como ejemplo los síntomas de la ansiedad y la depresión.

Ansiedad: preocupación, nerviosismo, sensación de peligro inminente, inquietud, palpitaciones, etc.

Depresión: desánimo, falta de energía y motivación, pensamientos negativos, etc.

Estos síntomas suelen impactar negativamente la capacidad de la persona para hacer las cosas que tiene que hacer (trabajo, familia, etc.) Por eso resulta lógico aplicar la regla que funciona en el mundo externo para sentirnos mejor. Es decir tratar de eliminar esos pensamientos negativos o controlar las emociones difíciles como la rabia o la pena.

Sin embargo, esto que parece muy lógico (¿Cuántas veces hemos recibido el consejo de que deberíamos pensar de forma más positiva?), en realidad puede ser una trampa.

¿Cómo así?

Muchas de las formas de terapia tradicional se centraban en buscar la forma de modificar estos elementos “negativos” de cada diagnóstico.

Por ejemplo, en la terapia cognitiva de la depresión uno de los procedimientos se centraba en modificar los pensamientos negativos y cambiarlos por otros mas “adaptativos”. Y en muchos casos estos métodos funcionaban. Sin embargo, en muchos casos también se ha visto que pueden resultar contraproducentes.

Por eso, en las nuevas terapias basadas en mindfulness, el foco no está puesto en cambiar nuestra experiencia interna, sino en cambiar nuestra relación con ella.

Y aquí es donde surge el concepto de evitación experiencial.

¿En qué consiste?

“Los esfuerzos por modificar o eliminar las experiencias internas incómodas o desagradables, incluyendo pensamientos, emociones y sensaciones, incluso cuando hacer esto pueda generar resultados negativos en el largo plazo.”

Es lo que le sucede, por ejemplo, a una persona con ansiedad social, que se siente nerviosa o incómoda en situaciones sociales, lo que la lleva a no asistir a reuniones sociales para no sentirse ansiosa, lo que con el tiempo va cerrando más y más su círculo social, limitando sus actividades y empequeñeciendo su vida de forma significativa.

Se ha visto en muchos estudios de las últimas décadas que la evitación experiencial es un elemento común (trans-diagnóstico en jerga psicológica) a muchos diagnósticos distintos de salud mental.

Para expresarlo en términos ultra resumidos:

Los esfuerzos por controlar la experiencia interna y deshacernos de los pensamientos y emociones negativas, suelen tener el efecto contrario, amplificándolos y, lo peor de todo, restringiendo nuestra vida cada vez más.

En fin, en este post no voy a ahondar en los aspectos de este fenómeno porque no nos da el espacio. Sin embargo, quiero sugerir la posibilidad de que el ejercicio físico intenso (como el CrossFit) puede funcionar al mismo tiempo como una forma de entrenamiento mental para modificar de forma radical este proceso interno.

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El CrossFit como entrenamiento anti-evitación experiencial

Cuando realizamos ejercicio intenso, como en el CrossFit, por ejemplo, necesariamente vamos a experimentar sensaciones incómodas…

Cansancio y fatiga muscular, deuda de oxígeno, y esa voz interna que nos quiere convencer de parar y descansar cuando el WOD se ha puesto demasiado largo o difícil.

Al someternos voluntariamente al WOD del día, estamos ejercitando esa capacidad de persistir frente a la incomodidad que conlleva la intensidad del entrenamiento.

Y aunque pareciera que no es algo tan importante en términos del contexto global de nuestra vida (¿Qué importa si no completo las repeticiones prescritas o camino en lugar de correr?), yo creo que esos pequeños gestos de persistencia y determinación hacen toda la diferencia y se pueden expandir al resto de las actividades del día.

La razón es que al empujar nuestros propios límites físicos y aceptar a cabalidad la incomodidad del esfuerzo, estamos haciendo justo lo contrario de la evitación experiencial: estamos abrazando la experiencia difícil y persistiendo en la conducta que nos lleva hacia el logro de nuestros objetivos.

¿Qué mejor entrenamiento que ese?

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